martes, 13 de marzo de 2018

Martes 13: la suerte de la palabra


Es muy martes 13 para pensar en suerte
y sin embargo no puedo dejar de hacerlo

Un cenicero hecho pedazos en el suelo es premonición suficiente para ver lo que se avecina.
La botella de licor a medio vaciar se ahoga en penas y un par de gotas chorrean empapando la alfombra de una inusual ilusión.
Dudo que entendamos el porvenir intentando encontrarnos en un imbécil mensaje
Dudo que nuestras bocas coincidan mientras están atragantadas de palabras silenciadas

El gato se para frente a mí, anticipando las horas venidas a menos que tendré que pasar viéndote y no descubriéndote
Una araña cuelga frágil de su tela en un rincón del techo
y me mira sorprendida yacer tendida en el piso
contemplando tu imagen grabada en mi retina
El pecho aprieta, la garganta duele, los ojos escuecen
los pensamientos se suicidan una y otra vez, se pierden
los sinsentidos me abruman

El timbre suena y mis músculos parecen no querer responder, la fuerza ha despojado mi cuerpo
Cuánto mal hace hundirse en emociones
Cuántos sentimientos a medio salir quemados por mi lengua

El timbre vuelve a sonar y eso despierta mi irritabilidad
Pueden ser tantas cosas que me aburre abrir la puerta:
facturas impagas, una postal de mi hermana, algún excéntrico mensaje de mis padres negados a usar la tecnología, incluso si es mi mejor amiga y viene con birras y charlas interminables.

Voy hacia la puerta pateando prendas e intentando acomodar lo que pueda a mi paso
Me cruzo con el espejo y me devuelve una divertida y trastornada versión de mí, le sonrío como puedo y sigo mi camino

Tres golpes impacientes rompen el silencio, hostigando un poco más mi calma, la poca que había creado con ese añejo whisky y la mirada del gato mientras me oía

Abro la puerta con un insulto tentando mi suerte (la ironía) que muere al verte insolente, indecente, apoyado contra el marco

Mi sonrisa se desfigura, intranquila, insegura
Mi sangre hierve lento, el caos entretejiendo mis sentimientos
Mi mente intentando aferrarse a la realidad, implorando que llegue la comprensión

Estábamos en punto muerto, un callejón sin salida
Una salida que era posible crear pero a la que le escapamos

Siento cómo las palabras se empujan atropelladamente mientras mi corazón salta con vehemencia golpeándome las costillas
Tus labios se separan y me retuerzo internamente por adelantado, no dispuesta a escuchar más infamias
A punto de cerrarte la puerta en la cara, disparas las tres palabras necesitadas, que salvarían nuestra suerte.

— Tenemos que hablar.


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4 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Me encantan este tipo de textos!
    Besos<3

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  2. Hola! A mi también me gustan mucho este tipo de relatos.
    Las últimas palabras del relato suelen ser temibles y siempre parecen un preludio, parecen anunciar la llegada de algo malo.

    Un abrazo!

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